30.10.23

Nueva traducción: El destramador de maldiciones

Si tienes que viajar al país de Radiz, prepárate bien. Lleva una mosquitera para las tierras bajas y un buen abrigo para las colinas o las montañas. Si tienes planeado visitar los neblinosos bosques de los pantanos conocidos como los Salvajes, necesitarás unas botas de agua resistentes. También te harán falta ingenio, valor y suerte, pero ciertas cosas no pueden llevarse en la mochila.

Cuando tu barco llegue al gran Puertororvallo, recuerda cambiar tus monedas de oro por las feas monedas de acero de Radiz. No te ofendas cuando los de aduanas te inspeccionen con unas lentes incrustadas en unas piedras huecas o cuando te pasen un cepillo de cerdas de hierro. Sus motivos tienen para ser precavidos, allí donde la tierra se encuentra con el mar.

Ignora a los timadores que intentarán venderte amuletos contra el mal de ojo en los muelles. Seguro que has oído que algunos habitantes de Radiz son capaces de lanzar maldiciones a sus enemigos. Suena muy pintoresco cuando lees sobre eso en casa, como un cuento de hadas, pero al escuchar las espeluznantes advertencias de los vendedores ambulantes, quizá te pongas nervioso. Te aconsejo que no malgastes dinero en un amuleto supuestamente protector, pero lo más probable es que lo hagas.

Así empieza la que muchos lectores del país de origen creen que es la mejor novela que ha escrito Frances Hardinge hasta la fecha. Yo, por mi parte, la considero una de las mejores historias de fantasía que he leído en mi vida, por eso para mí fue una suerte poder traducirla y a la vez supuso un auténtico reto. 

Kelen tiene un don, puede destramar maldiciones. Hace un tiempo ayudó a su amiga Netel, que durante años estuvo atrapada en el cuerpo de un ave, y ahora esta le ayuda en su misión. Un día aparece un hombre extraño que quiere contratar sus servicios y se verán envueltos en una gran aventura para desentrañar un misterio que les ayudará a conocerse mucho más a ellos mismos...

Frances Hardinge es famosa por su maestría a la hora de jugar con la lengua, pero en este libro se supera y cada palabra no está puesta al azar, sino que tiene un propósito con el lector y dentro de la historia, por eso había que andarse con cuidado en la elección de palabras en nuestro idioma para conseguir el mismo efecto. 

Para empezar, el título, Unraveller, venía de un verbo en inglés no muy habitual, que además debía tener conexión con los tejedores y con las maldiciones, por lo que «destramar» me pareció la equivalencia perfecta. Así que Kelen sería nuestro destramador, pero ¿qué iba a pasar con las maldiciones? Curse en muy contadas ocasiones es «maleficio» para no caer en la repetición excesiva, pero cuando hablamos de los que lanzan la maldición, son los maldecidores, y los que la sufren, los maldecidos, porque «los malditos» me parecía más un insulto que una manera de victimizar a esas personas. 

En cualquier libro de fantasía es de esperar encontrarse palabras inventadas, pero en un libro de Frances Hardinge, la cantidad de invenciones es aún mayor, no solo por su desbordante imaginación, sino porque los mundos que se inventa están plagados de detalles y conceptos inexistentes en nuestra realidad. Así que no es de extrañar que si traduciendo La luz de las profundidades tuve el glosario más grande de mi carrera, aquí superara este récord. 

Sin embargo, uno de los aspectos que más me hicieron comerme la cabeza en esta traducción fueron los nombres propios. ¿Qué hacer con esos topónimos traducibles que tenían un sentido dentro de la historia? Pues traducirlos. Pero ¿cuando la traducción no era tan evidente? ¿Y si había otros que no se podían traducir? Tenía que seguir una coherencia en toda la novela, no se podían traducir algunos sí y otros no. Así que después de cambiar de opinión un par de veces, tomé una decisión. Los traducibles, como the Wilds, se traducirían, los que no tenían una traducción tan evidente (Mizzleport), se les buscaría una solución apropiada, y los que no podían traducirse, se adaptaría la fonética a la grafía española (Raddith).

Los topónimos no fueron los únicos nombres propios que me dieron quebraderos de cabeza, porque con los personajes también sudé lo mío. Pero como no quiero que me quede una entrada demasiado larga, ya os lo contaré en alguna charla, porque realmente merece la pena hablar de esta traducción. Cuando digo que fue un desafío importante no es por exagerar, pero también es cierto que fue un placer participar en una obra tan magnífica donde la escritora es capaz de hablar de algo tan en boca de todos los que habitamos esta realidad, como es la gestión de las emociones, a través de un mundo mágico.

Si no has leído aún el libro, no podrás contestar a esta pregunta. Pero si ya has podido disfrutarlo, no me digas que el hermanito con el que se topó Kelen no podría ser esta criatura de la derecha que dibujó en 1881 Odilon Redon. 

¿Qué sensación tuviste al entrar en el Hospital Rojo? ¿Pudiste salir del Mercado a la Luz de la Luna o quedaste atrapado en su ambiente de ensueño? 

Gracias a Frances Hardinge por crear una historia tan especial y única. A la editora de Bambú, Montse, por encargármela, y a la correctora Verónica García Pérez, que hizo un gran trabajo (a ella le debemos Puertorvallo, esa sugerencia con raíz gallega que me cautivó desde el primer momento, porque ya sabéis que todo tiene un sentido en este libro, pero otro día os lo cuento con más detalle). 

Hardinge, Frances. El destramador de maldiciones (Unraveller, 2022). Bambú: Barcelona, 2023. Traducción del inglés de Noemi Risco Mateo. 

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