Hace ya mucho tiempo, como unos dos mil años, vivía un hombre rico que tenía una mujer bella y piadosa. Se amaban mucho, pero no tenían hijos, a pesar de lo mucho que los deseaban; y la esposa rezaba día y noche, pero ninguno llegaba, ninguno llegaba. Frente a su casa había un patio, y en él crecía un enebro, bajo el que la mujer, en un día de invierno, pelaba una manzana y, al pelar la manzana, se cortó en un dedo, y la sangre cayó sobre la nieve. «¡Ay!», exclamó la mujer, dando un respingo, y, al ver la sangre, le entró una gran melancolía: «¡ojalá tuviera un hijo, tan rojo como la sangre y tan blanco como la nieve!». Al decir estas palabras, sintió de pronto en su interior una extraña alegría, teniendo el presentimiento de que iba a ocurrir.
Nos encontramos ante un relato breve, tétrico, con una gran dosis de crueldad,
sin que falte el canibalismo, típico ingrediente de los cuentos populares de antaño. Esta obra, no sólo es especial por la historia que cuenta, sino por lo cuidada que es su edición: una cubierta preciosa que presagia lo que hallaremos en su interior, una fuente y un papel elegidos que hacen la lectura sumamente agradable, y al final la sorpresa de un taumatropo, un juguete óptico inventado en la época victoriana, que al girarlo da la sensación de ver la imagen en movimiento. No me sorprende que recibiera el premio al mejor libro editado en Aragón 2012. Un regalo maravilloso para los amantes de los cuentos, el romanticismo de los libros en papel y el buen hacer.
Min Moder de mi schlacht't.
Min Vater de mi att,
Min Swester de Marleenken
Söcht alle mine Beeniken,
Un bindt sie in een syden Dook
Legts unner den Machendelboom.
Kywitt! Kywitt! Ach watt en schön Vagel bin ich!