19.3.16

Cosas que escribí mientras se me enfriaba el café

A mí se me suele enfriar el té, pero me gusta mucho el aroma del café y este viene cargado de cosas buenas.
Los que trabajamos en el mundo editorial generalmente solemos tener el prejuicio de que un libro autoeditado no va a estar bien acabado y desde luego no va a tener muchas más ventas que las que generen los amigos y familiares del autor. Pero ¿y si te toparas con un libro sin editorial que da el pego? Eso me ocurrió a mí con Cosas que escribí mientras se me enfriaba el café, escrito por Isaac Pachón. De hecho, la primera vez que pasó por mi retina fue en Twitter. Hablaba de él alguno de mis contactos y me pareció «de verdad». No obstante, una cosa es la fachada y otra muy distinta el contenido. ¿Estaría tan bien por dentro como parecía por fuera?
Habría escogido otra fuente para los títulos de los relatos y es cierto que encontré unas cuantas erratas, pero conforme avanzaba en su lectura cada vez me sorprendía más positivamente, sobre todo si tenemos en cuenta que su creador no tiene formación en este campo. Sí, vale, no todas las historias me encantaron, El amante me resultó demasiado predecible y el escritor utiliza herramientas muy parecidas en Bellini. Pero entonces llegó El contagio y me atrapó, ya no pude escapar hasta el final. Fue una lectura in crescendo que me dejó una sonrisa en los labios al volver la última página.
Ayer sufrí un contagio. Pero no un contagio de esos que se pillan en algún motel de carretera o en los lavabos de cualquier bar de copas a las tantas de la madrugada, no. Fue un contagio inmediato, de los que se transmiten sin necesidad de tocarse, tan sólo con la mirada. Un contagio que une. Ya sea por un instante, por un momento largo o para siempre, pero une. En mi caso creo que me contagié para siempre, porque, aunque me han contagiado otras veces, esta vez fue especial. Me contagié, me miró, la miré, nos miramos y sonreímos. No sé quién contagió a quién, quizá fue ella primero, no sé, el caso es que al verla tapar su boca con la palma de la mano, sin poder remediarlo, yo también bostecé.
Se trata de un libro de relatos cortos, la mayoría emotivos, a menudo con elemento sorpresa, ideal para leer cuando no tienes mucho tiempo, porque los cuentos se terminan rápido, pero no te dejan con la sensación de «¿Y ya está?», sino que te quedas con buen sabor de boca, como el que te deja, por ejemplo, la película Amélie.
De entre mis preferidos, aparte del mencionado arriba, están: El préstamo, El señor Damián, Los libros que nadie quiere con el Mercat de Sant Antoni de protagonista, A bocajarro, al que le puse de banda sonora una canción muy acertada de Sam Cooke, cuyo título no revelaré para no spoilear; Punto y final, escalofriante, Nocaut y El piso de arriba que me trajo recuerdos de Los diminutos, pero a la vez de Coraline de Neil Gaiman. ¡Oh, claro! ¿Cómo iba a olvidarme de El tipo del traje gris? Isaac sigue insistiendo en que no ha leído Momo, pero entonces ¿significa que le poseyó el espíritu de Michael Ende? Una versión light de esos oscuros personajes, pero no deja de ser la descripción amable de un hombre gris. ¿Qué opináis vosotros?


Pachón, Isaac. Cosas que escribí mientras se me enfriaba el café. IP: Barcelona, 2015.
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