25.1.15

Carpeta de apuntes

Esta es la tercera entrada sobre La traducción de La historia Interminable. Para la leer las dos anteriores, clica I y II.

Durante la preparación de la conferencia, además de contrastar la traducción de La historia
Leyendo en el castillo Blutenburg
interminable
 con el original, busqué información por Internet sobre Michael Ende y encontré, por ejemplo, el vídeo de esta entrevista en alemán que le hizo Joachim «Blacky» Fuchsberger en 1990. Sin embargo, necesitaba algún ensayo o biografía para acercarme más aún al autor. En la biblioteca Xavier Benguerel había bastantes textos interesantes, pero me quedaba un poco lejos, y en Tecla Sala vi que tenían el único ejemplar de Carpeta de apuntes, por lo que un día cogí la bici y me fui a buscarlo para llevarlo conmigo durante el viaje que iba a hacer a Alemania.

Carpeta de apuntes es una obra imprescindible para todo aquel que quiera conocer un poco mejor a Michael Ende. Incluye notas para posibles relatos, escenas teatrales, cuentos, poesía, cartas, anécdotas, pensamientos... Casi parecía tenerle al lado mientras iba pasando las páginas y mantuve secuestrado aquel ejemplar cerca de tres meses hasta que por fin encontré el título a la venta en una librería de Madrid donde últimamente siempre terminan llevándome las búsquedas de tesoros, Libros Alcaná.

Portada del original en alemán
Tiene un artículo muy gracioso, lleno de ironía y por supuesto crítica sobre la literatura juvenil fantástica y el lugar que tiene dentro de la literatura general: «Se trata de una región en la que, por así decir, se juntan dos reservas diferentes, a saber, la de esa literatura "intocable" ya descrita, y la de la literatura fantástica, que, en su conjunto, es considerada como de evasión y por tanto carente de valor, pero que de todos modos se toma en consideración como ejemplar curioso, en la medida en que, conforme a lo que se espera, adopta una actitud enfermiza, escandalosa o por lo menos obscena.» Y otro donde nos habla si está bien inculcar una conciencia crítica a los niños.

Me gustó mucho cuando nos cuenta por qué en casi todos sus libros aparece una tortuga. De entre todas las razones que cita, os dejo con esta: «¿Han mirado alguna vez directamente a la cara a una tortuga? Sonríe. Parece saber algo que nosotros no sabemos

Habla de la obra de su padre Edgar Ende, del mundo del teatro, de qué se debe hacer si se quiere ser un artista con éxito, la imagen del mal en la literatura, de la reencarnación... Y escribe «Lo primero que dice cualquier ángel cuando se le presenta a alguien es: "No temas"» ¿No os suena de algo? Volved a la entrada anterior y mirad el caparazón de Casiopea en su tumba... Entre las páginas encontramos también una entrevista de José Luis Merino, a la que hace referencia este artículo del escritor español hace dos años.
Seguimos con el realismo como convención, la obsesión por el orden de los suabos, sobre cambiar el mundo, lo típicamente alemán y me reí muchísimo con Hojas de parra, que comparto con vosotros:
Recuerdo mi primera visita a la colección de antigüedades clásicas de los museos del Vaticano. De eso hace ya algunas décadas. Se les había quitado el pene a todas las estatuas masculinas, y puesto en su lugar, muchas veces con poquísima habilidad, una hoja de parra de escayola. Semejante ñoñería producía el efecto diametralmente contrario: la impresión era de una indescriptible obscenidad. A mí –y seguramente no sólo a mí- me vino automáticamente la pregunta de adónde habrían ido a parar todas las piezas que faltaban.
¿Se había formado allá abajo, en el patio, un gran montón de penes marmóreos de todo género y tamaño, que fueron después transportados en carretillas y, al amparo de la noche, enterrados en algún hoyo de los jardines del Vaticano? ¿Y tal vez, incluso, por diligentes monjitas, de las cuales la una o la otra se guardó subrepticiamente un recuerdo? ¿O colocaron las susodichas piezas en unos aposentos secretos, en largas estanterías, clasificadas limpiamente por tamaños y procedencias y con una pequeña cartulina atada alrededor de cada una, accesibles sólo a visitantes privilegiados? ¿Había un guardián especial para vigilarlas? ¿Y cómo designaría éste el trabajo que ejercía?
Parece que, con el tiempo, en las altas esferas se echó de ver que el tiro les había salido por la culata.
Leyendo Carpeta de apuntes en Mittenwald
La última vez que visité el departamento de antigüedades clásicas, la mayoría de los penes habían vuelto a su lugar de origen, habían sido restaurados por así decir. Sin embargo, queda pendiente la pregunta: ¿dónde han estado entretanto? ¿O habrán confeccionado otros nuevos?

Pero uno de los textos que más me impresionó de todos fue en el que relata cómo vivió el final de la guerra. Todavía se me pone la piel de gallina cuando lo releo. Creo que es el más extenso, pero me alegro de que Ende compartiera con nosotros desde que se le llevaron con once años a un campo por ser miembro de una familia «no fiable políticamente» hasta que por fin terminó la Segunda Guerra Mundial:
Al día siguiente, 30 de abril, llegaron los americanos.
Yo estaba en Solln, al borde de la carretera, a mi alrededor unos niños pequeños, poca gente mayor, casi sólo mujeres. Había un gran silencio, nadie hablaba. Se oía el piar de los pájaros y brillaba el sol. Entonces se fue acercando, desde lejos, el ruido de los tanques. En contra de lo que se esperaba, no llegaba del norte, o sea, de la ciudad, sino del sur. Así que tenían que haber bordeado la ciudad y ahora se dirigían a ella.
Y entonces vi por primera vez soldados americanos: muchachos jóvenes, negros y blancos, sonrientes y bien alimentados, repantigados indolentemente en sus jeeps, con uniformes que me parecieron increíblemente chics. Uno llevaba cosido a la espalda de su traje de combate una pin-up-girl, las piernas de ella paralelas a las piernas de él. De sus altavoces salía música de jazz. Nos echaron chicles y yo pude coger uno. Sabía a canela. Era el primer chicle de mi vida.
Había terminado la guerra. Regresé a casa.

Cuando terminé la lectura, se me pasó por la cabeza si habrían publicado todas aquellas notas personales de Michael Ende sin el consentimiento del autor, es decir, tras su muerte, porque la edición española es de 1996, pero entonces comprobé que el original salió en Alemania un año antes del fallecimiento del autor. Danke schön, Michael.

-Si tú cambias con cada experiencia que haces -le preguntó en una ocasión el maestro Muto a uno de sus discípulos-, ¿qué es lo que en ti permanece invariable?
-La manera de cambiar constantemente -respondió. 

Ende, Michael. Carpeta de apuntes (Michael Ende's Zettelkasten: Skizzen & Notizen, 1994). Alfaguara: Madrid, 1996. Traducción de Carmen Gauger (aparición del nombre en la portada).

Para leer la cuarta y última entrada sobre la traducción de La historia interminable, clica aquí.

11.1.15

La traducción de La historia interminable (II)

Esta es la segunda entrada. Para leer la primera parte de «La traducción de La historia interminable», clica aquí.

El verano pasado nos debatíamos entre ir de vacaciones por el norte de España, subir a Escocia o hacer una ruta por el sur de Alemania. Al final nos inclinamos por la última opción y terminé planificando una ruta en coche que comenzaba en Múnich, bajaba hasta Austria, llegaba al Tirol italiano y volvía a subir a Alemania para acabar en la Selva Negra.
Tumba de Michael Ende
Michael Ende vivió muchos años en la ciudad de inicio y sabía que tenía unas cuantas visitas obligadas. Nada más recoger el coche en el aeropuerto, nos dirigimos a ver su tumba en el Waldfriedhof (parcela 212-W-3), un cementerio enorme en el suroeste de Múnich, cuyo interior parece un bosque, donde se encuentran enterrados algunos personajes relevantes alemanes en la parte antigua. Había visto previamente algunas fotografías, pero nada que ver con estar allí en persona. Aquí podéis apreciar cómo estaba arreglada la tumba en septiembre de 2014, pero cada cierto tiempo hay plantas y flores nuevas. Eso sí, las esculturas son fijas: un libro enorme
Detalle de la tumba de Ende
en el centro, una lechuza posada sobre él y la tortuga Casiopea con las palabras HABE KEINE ANGST (No tengas miedo) en el caparazón. A los pies, más libros; en uno se ve un laberinto y en el otro, el Áuryn. Me sorprendió ver esa simbología porque tiene mucho que ver con la que suele definirme (lechuzas, laberinto, libros...), pero quizá precisamente por eso me guste este escritor. ¿O esos símbolos están en mi subconsciente porque le leía desde muy pequeña?
Más tarde aprovechamos para recorrer a pie el casco antiguo, el Englischer Garten (uno de los parques más grandes del mundo, más aún que
Antiquariat-München
Central Park), el barrio Schwabing, donde vivió Ende con sus padres y se empapó del carácter bohemio de la zona, y hasta conseguí unos minutos para entrar en una librería de viejo que bien podría haber pertenecido al señor Koreander. Lamentablemente, no disponían de ningún ejemplar de Die unendliche Geschichte, pero fue una de las primeras ocasiones que tuve para practicar alemán, porque al contrario de lo que me pasó en la zona del Ruhrgebiet (al noroeste del país), donde casi todo el mundo sabía hablar inglés bien, aquí en Baviera costó encontrar a alguien que lo hablara con fluidez y más aun sin acento.
Al día siguiente fuimos a ver el Museo de Michael Ende, situado en la buhardilla del castillo Blutenburg, un edificio medieval junto a un pequeño lago, donde también se encuentra la Internationale Jugendbibliothek (biblioteca internacional juvenil). Como el museo no abría hasta las dos, aprovechamos para comer a lo alemán en un restaurante que hay en el mismo castillo. En la entrada nos recibió un hindú con turbante vestido con mucha elegancia, que me recordó al que aparece en La Princesita, pero curiosamente tampoco hablaba apenas inglés. Desde luego fue a lo alemán, no sólo por la hora, sino porque no disponían de carta en otro idioma y la comida, aunque para los germanos fuera tradicional, no dejaba de ser el típico menú de platos rocambolescos que poco después descubriríamos que también eran exquisitos.

En el Schloss Blutenburg 
La entrada para adultos al museo cuesta nada más que un euro y los niños pueden entrar gratis.
Dentro podemos encontrar toda la obra escrita de Michael Ende no sólo en alemán, sino traducida a muchos idiomas. ¡Hasta tenemos las ediciones españolas! Aparte de algunos de sus libros sobre una mesa a la que nos podemos sentar para consultarlos, también vemos en estanterías parte de la biblioteca que el escritor tenía en su casa, maravillosos libros de referencia que anoté para investigar.
De las paredes colgaban cuadros e ilustraciones relacionados con sus historias y sobre todo mucho arte de su padre, el pintor surrealista Edgar Ende. Y si con todo eso no nos basta, están los objetos: un armario pintado que el padre de Michael le regaló para su décimo cumpleaños, vitrinas que guardan las pipas que usaba el escritor, su guitarra, ¡sus gafas! Hice muchas fotos del museo y no puedo subirlas todas, pero al menos me gustaría compartir un par con vosotros.
Libros pertenecientes a la biblioteca personal de Michael Ende
Objetos personales de Michael Ende
Antes de llegar a Garmisch-Partenkirchen, el lugar de nacimiento del autor de La historia interminable, pasamos por Nesselwang, Füssen -donde se encuentra el conocido castillo de cuento de hadas, Neuschwanstein- y Oberammergau -donde tras muchas vueltas, al final tuve mi encuentro Grimm-, pero no nos íbamos a detener allí camino de Austria, sino en un pueblecito que pertenece a ese mismo municipio, Mittenwald, donde más a gusto estuve durante todas las vacaciones. Dar los motivos de por qué se convirtió en uno de mis lugares preferidos del mundo y narrar el viaje al interior de un cuadro a lo Mary Poppins, situado junto a los Dolomitas en el área de Bolzano (Italia), daría lugar para otra entrada y creo que esta ya es demasiado larga. Así que junto a nuestra estancia en la Selva Negra será una historia contada en otra ocasión, pero sí os diré que pasé junto al parque en honor a Michael Ende en Garmisch-Partenkirchen y terminamos nuestro recorrido en Sttutgart, igual que la vida de nuestro querido escritor.

El Laberinto es el cuerpo del Minotauro. Cuando Teseo va de aposento en aposento en busca del monstruo, se convierte poco a poco en el Minotauro. Éste se lo ha incorporado. Por eso es imposible que Teseo le mate al final, a no ser que se mate a sí mismo. 
Cada uno se transforma en aquello que busca. 
Carpeta de apuntes, de Michael Ende.
(El libro del que hablaré en la tercera entrega de esta serie de entradas.)


6.1.15

Hadas y artistas

Hace unos meses le preguntaban en una entrevista a Sofía Rhei cómo se le ocurrió el relato Céfiro y
Sofía Rhei
me sorprendió ver mi nombre en aquella respuesta. Sabía que el cuento estaba publicado en el primer número de la revista Presencia Humana, sobre todo porque había asistido a su presentación en la librería La Central de la calle Mallorca, pero desconocía su origen.

En julio de 2011 celebré unas jornadas de arte y literatura dedicadas al mundo de las hadas, Fays. Encuentro de Seres Mágicos, las primeras que se celebraban en España dedicadas a criaturas feéricas. Entre los artistas invitados se encontraban Sofía Rhei, que vino a hablarnos de su libro Flores de Sombra, y Sandra Arteaga, que expuso una buena colección de sus muñecos. Sofía se acercó al stand de Sandra y entre los artículos a la venta vio una fotografía de Acal & Canto.
Acal & Canto de Sandra Arteaga
«Esa imagen me obsesionó, me volvió loquísima. Y a partir de ahí fue surgiendo la idea. También en ese momento leía mucha fantasía, libros que aún no se han traducido, Sean Steward... Hay toda una corriente en la fantasía biológica, que habla del cuerpo como una materia inquietante.»

Cuando leí aquellas palabras en la entrevista, me entraron aún más ganas de leer su relato en Presencia Humana. ¡Qué maravilla! Desde luego Fays, a pesar de lo mucho que costó montarlo, en todos los sentidos, tuvo cosas muy buenas. Sé de buena tinta que otras relaciones y obras salieron de ese festival, historias que serán contadas en otra ocasión... De momento os dejo con un fragmento del relato de Sofía, un cuento que me fascinó, de lo mejor que he leído de ella hasta ahora.

Colocó, en lugar de los ojos, dos botellitas redondas. Una estaba llena de mercurio, que refleja las cosas como un espejo, para que el niño viera a la gente tal y como se ven a ellos mismos. La otra estaba llena de vino de endrinas, para que el niño nunca pudiera hacer otra cosa que dejarse llevar por sus propias emociones.
Por último, instaló una cerradura en la frente inmaculada de la criatura.
Eran tan hermoso que dolía.
Lo llamó Céfiro.
Y entonces le dio permiso para vivir. 
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