Tras la tormenta que tuvimos aquí ayer, podemos decir que se ha acabado el verano y han quedado atrás las camisetas de tirantes. Después de casi tres meses sin escribir en el Laberinto, os podéis imaginar la de cosas que tengo que contar, sobre todo porque el periodo estival de este año ha sido muy intenso. La traducción de dos novelas, más un proyecto de material escolar infantil, amigos que han venido de vacaciones, viajes que yo misma he hecho... En cifras, creo que ha sido 45 % español, 45% inglés, 5% catalán y 5% alemán.
Empecemos por un resumen de la tertulia literaria de junio que celebramos en Madrid. Al final no tuvimos tantos asistentes como los que esperábamos debido al caos que ocasionó en parte la lluvia aquel día. Aun así, contamos con la presencia del escritor y traductor
Lawrence Schimel, lo que fue todo un honor. Nos mostró algunas de sus obras y, respecto al tema que tratábamos, los libros como protagonistas, recomendó:
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I Capture the Castle de Dodie Smith.
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Una lectura nada común de Alan Bennett.
Little Emily, una contertuliana habitual, habló de
Las aventuras de un libro vagabundo de Paul Desalman y
El pozo de las tramas perdidas de Jasper Fforde.
Fuimos unos cuantos más, pero ahora mismo no tengo el resto de título

s que se mencionaron. Si alguien los recuerda, por favor, añadidlos en los comentarios. Dedicaré más adelante una entrada a la novela que llevé yo.
El Café Belén no fue tan tranquilo como se suponía, aunque su gran variedad de tés sí era cierta, y las que quedamos al final de la tarde terminamos en Living in London, donde disfrutamos de una buena charla y una gran presentación de lo servido. Para muestra, la foto de la derecha. Gracias,
María, por el descubrimiento y por el detalle del librito de Lewis Carroll.
En julio viajé a Inglaterra para conocer Cornualles (Cornwall), una zona preciosa en el suroeste de la isla.

El avión nos dejó en Bristol y desde allí bajamos en tren a Plymouth (Devon), donde vimos el lugar por el que se marchó el Mayflower en el siglo XVII. No fue una ciudad que me gustara especialmente, salvo por la parte llamada The Hoe; demasiada humedad para mi gusto, además de una cantidad espantosa de gaviotas que chillaban de madrugada y no nos dejaron dormir por la noche. ¡Dios mío, en algunos momentos parecíamos estar en la película
Los pájaros de Hitchcock! Había carteles por todos lados avisando de que nadie les diera de comer. Supusimos por qué, pero días más tarde comprendimos el resto del cartel; "son ladronas", decía. En una de las playas de St. Ives, una gaviota (de las muchas que había entre la gente) se acercó a un niño e intentó robarle su helado.
En Plymouth cogimos de nuevo el tren para ir a Liskeard, donde estaba el que sería nuestro alojamiento durante el resto de días del viaje, un pueblecito sin ningún encanto en especial, pero situado de forma estratégica en más o menos el centro de Cornualles.
Lo que más me gustó de este viaje:
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The Lost Gardens of Heligan ,un precioso jardín botánico con vegetación variada, lleno de flores, y también con algunas criaturas fantásticas en su interior, como The Mud Maid. Fue una

experiencia muy especial y si vais, no dejéis de visitarlo porque merece la pena.
- A Fowey llegamos en ferry en un bonito día para viajar en barco, el único en el que el cielo estuvo completamente azul e hizo mucho sol. Allí se encuentra la casa de Daphne du Maurier y también sirvió de inspiración a Kenneth Grahame.

-Tintagel, donde se encuentra el castillo de los Pendragon, era otro de los sitios que tenía muchas ganas de visitar. Unos paisajes increíbles, que inspirarían a cualquiera a escribir un montón de historias. Me hubiera quedado mucho más tiempo de lo que estuve, pero no disponía de tanto y, como nos moviámos en transporte público, estaba sujeta a horarios. Eso sí, aproveché para ver todos los rincones del castillo, ya en ruinas, meterme en la cueva de Merlín, comer un delicioso pastel de manzana y caramelo (tengo

que averiguar la receta), hacer muchas fotos y visitar el montón de tiendas mágicas que hay por allí.
-Otro día hicimos una ruta que empezaba en Penzance iba a Land's End y daba la vuelta por St. Ives, pero a mí el pueblo que más me gustó, creo que de todos los que vi en el viaje, fue Mousehole. Me enamoré de este sitio y creo que si alguna vez vuelvo a Cornwall, elegiré como destino este pequeño pueblo costero. ¿Por qué me gustó tanto? Para empezar, es un pueblo de gatos, hay por todos los rincones, a diferencia del resto de sitios que visité, donde sólo vi perros. Hasta hay un cuento sobre un gato famoso en el pueblo, que podéis ver
aquí. Otra cosa que me encantó es ver que la gente aún deja las puertas abiertas de sus casas. ¡Qué pocos sitios quedan ya donde se pueda hacer eso! Donde no haya miedo y sí confianza. Calles pequeñas, casitas bajas, gente amable, jardines con vistas al mar, niños jugando en la calle... Y para rematar, el libro que llevé a la tertulia de Madrid, que aún no he terminado de leer, pero espero que sea en breve, habla de Mousehole. Curioso, porque cuando lo escogí no tenía ni idea de que la historia tenía lugar en Cornwall.