29.12.17

Una conversación sobre ese tema tan controvertido


—¿Has visto esa nueva editorial de género que ha salido? ¿No te gustaría traducir para ellos? Sacan muy buenos títulos.
—Sí, ya les envié un correo electrónico.
—¡Anda, qué bien! Y te han dado un libro, ¿no?
—Iban a dármelo, pero resultó que pretendían pagarme 10 €/2100 caracteres.
—¿Eso es poco? 
—Es lo que cobraba cuando empecé a traducir hace doce años.
—Entiendo... Ahora debes de cobrar más de 15€/2100 caracteres.
Solté una gran carcajada.
—¿No? —dijo mi amigo—. ¿Cuánto te pagan si no es indiscreción?
—Con suerte consigo algún encargo al año de una editorial que llega a los 13, pero la mayoría me paga 12. Es mi mínimo. Hablando en términos de sueldos de trabajos por cuenta ajena, una vez pago los autónomos y descuento el IRPF de la factura, no gano más de 1000 euros al mes. 
Mi amigo torció el gesto.
—Sí, por eso ya no vivo en la gran ciudad. Me es imposible pagar un alquiler allí si quiero seguir traduciendo. Incluso dando clases particulares.
—Pero he visto que Fulanito y Menganita están traduciendo para esa editorial. ¿Cómo es posible?
—Compartirán piso o ya lo tendrán pagado, o incluso puede que su empleo real sí esté bien remunerado y traduzcan de vez en cuando por gusto. Cada caso es un mundo. Yo vivo exclusivamente de la traducción literaria.
—Entonces ¿rechazaste el encargo de esa editorial? ¿No me dijiste que ahora no tenías nada?
—¿Aceptarías tú un trabajo de 8 horas al día (a veces hasta fines de semana incluidos) por 600 euros al mes?
La expresión de mi amigo se oscureció y bajó la vista al suelo.
—No, claro.
—Pues eso. 
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