Mi lectura por ocio este verano ha sido muy lenta debido al trabajo, pero gratificante. Los libros de relatos son estupendos para cuando no se dispone de mucho tiempo porque así no queda tan interrumpida la historia entre las pausas forzadas.
Trajecte Final fue el último libro que compré en la desaparecida Pequod Llibres de Barcelona. Me habían recomendado esta antología de Manuel de Pedrolo por el último relato y la verdad es que no me ha decepcionado. Tal vez no me haya impactado tanto como su Mecanoscrit del Segon Origen, pero también es cierto que esa historia sorprende mucho a los diez años (una de las lecturas obligatorias del cole que más me gustaron y una de mis primeras de ciencia ficción).
Tengo que reconocer que de las siete historias un par me resultaron insulsas, no todo va a ser perfecto, pero dos en concreto me gustaron especialmente:
Un món distant i veí (
Un mundo distante y vecino) trata sobre una traductora que responde a un anuncio de trabajo un tanto sospechoso y su relación posterior con su jefe.
Chica, sola, huérfana, buena mecanografía y con un conocimiento perfecto del francés y el inglés. Sueldo inmejorable.
Al llegar al edificio donde tiene lugar la entrevista, le sorprende que sea tan cutre y se plantea darse la vuelta, pero la curiosidad le puede.
—Aquí no tiene que escribir nada en francés ni en inglés, tendría que traducir textos al italiano. ¿Lo sabría hacer?
La chica se rió.
—¡Pero si es lo que hago ahora! Traduzco para una editorial.
Aquí Pedrolo captó más mi atención.
—¿Y por qué quiere dejarlo? Parece interesante...
—Es inseguro. Y usted habla de un sueldo inmejorable.
Y solté una carcajada en el tren. El libro está escrito en 1974. Ya estaba entonces mal la situación de los traductores literarios y el hecho de que Pedrolo lo refleje en su cuento me hace conectar directamente con el personaje aparte de apuntarle unos cuantos tantos al autor por hacerlo público. Además, para que termine de engancharme, el misterio resulta ser un mundo paralelo. Muy Twilight Zone.
El regressiu (El regresivo) es el relato que me habían recomendado por las historias que ando recopilando acerca de la superpoblación mundial. Trata sobre un anciano que empieza a rejuvenecer. ¿Os recuerda a Benjamin Button? A mí también, pero el caso es que no nació viejo, sino que tuvo una vida normal y, debido a una extraña «enfermedad» que afecta a algunas personas, a partir de los setenta y pico empieza a ir para atrás. Los regresivos están perseguidos porque en un mundo donde no se cabe, ya podéis imaginar lo que representa esta gente que vive una segunda vida, que no muere cuando toca para dejar hueco a los nuevos.
Me atrajeron especialmente las descripciones de esta sociedad futura, donde ya no existen ni los coches particulares ni las casas con jardín y las personas se amontonan en rascacielos:
La ciudad se extendía ininterrumpidamente desde Malgrat a Tarragona, desde el mar a Igualada, con algunas zonas tan densamente pobladas que se las conocía como «los hormigueros». Había algunas peores, con edificios de más de quinientos pisos de altura, muchos de ellos divididos y subdivididos por los propietarios de los apartamentos (más adelante describe que alquilaban viviendas de no más de diez metros cuadrados y me dan escalofríos por lo que me va recordando en cierta manera a la actualidad. #relatosdePedroloaloBlackMirror). Se decía que la población de algunas de estas construcciones llegaba a las ocho mil personas y la mayoría era gente con ocupaciones poco regulares, más bien delincuentes profesionales. Eran lugares donde la policía no se atrevía a entrar si no era por motivos imperiosos (esto me recordó mucho a Juez Dredd) y con un despliegue de fuerzas impresionante.
El final, para evitar destripes, no os lo cuento por si os lo leéis.
Pedrolo, Trajecte Final. Edicions 62: Barcelona, 1978.
La traducción de los fragmentos que he citado está hecha por mí, del catalán al español.