6.2.09

La paja, la brasa y la alubia

Me he encontrado con uno de mis cuentos de la infancia. Es curioso que la editorial (Ediciones Alonso) no ponga ni el nombre del autor ni del ilustrador.

En una linda casita de un frondoso bosque vivía una mujer muy limpia y hacendosa. Una mañana se dispuso a preparar la comida y echó un puñado de alubias en el puchero, a la vez que avivaba más el fuego, sirviéndose, como de costumbre, de un poco de paja seca, lo que hacía levantarse rápidamente las llamas y prender mejor la madera de encina. Luego, ya todo dispuesto, fue al establo a ocuparse de ordeñar su única vaca.
La buena mujer no había advertido que al poner las judías en el puchero, una se le cayó al suelo, junto a una brizna de paja, arrastrada hasta allí por un soplo de viento.
A poco, y por el estar el fuego muy vivo, saltó una pequeña ascua del hogar, cerca de la alubia y de la pajita. Como la brasa era muy alegre y desenvuelta, dijo:
-Creo que las tres hemos escapado de una buena. La paja y yo estaríamos convertidas en humo y ceniza y tú, alubia, estarías engordando en el agua para ir a parar al estómago de tu ama.
De mutuo acuerdo la paja, la brasa y la alubia decidieron correr mundo y librarse así del peligro que las amenazaba.
Dicho y hecho. Abandonaron la casa y se internaron en el bosque. Y anda que te andarás llegaron a la orilla de un río, donde se detuvieron.
-No podremos cruzarlo -dijo la brasa-. Yo me apagaré, tú, paja, te mojarás y te romperás y la judía se hinchará.
-Busquemos un puente o una pasarela -propuso la alubia.
Fue en vano. No había nada que les permitiera cruzar la corriente de agua. De pronto la paja exclamó:
-¡Qué torpes hemos sido! Yo seré el puente. Me pasáis por encima y luego tiráis fuerte de mí.
-¡Buena idea! -aprobó la brasa con entusiasmo-. Tiéndete ahora mismo que yo seré la primera.
Así lo hicieron, pero ¡oh, fatalidad! La paja estaba muy seca y el ascua todavía muy ardiente. Además, la altura desde el improvisado puente al agua era tan grande que la llama tuvo miedo y se detuvo. El calor se hizo tan intenso que en pocos segundos la paja cayó al río ardiendo, arrastrando consigo a su compañera de fuga.
La alubia, que era una insensata, en vez de apenarse por la triste suerte de sus amigas, rompió a reír y tan fuerte fueron sus carcajadas que se rompió por el centro del cuerpo. Para colmo de males comenzó a llover.

Un sastre que se cruzó con la judía se ofreció a coserle la herida para que no acabara reventando y la judía aceptó. Pero como estaba muy cansada y tenía mucho sueño se quedó dormida entre unos matorrales. No advirtió que el viento la cubría de tierra y otra vez empezó a llover mientras brillaba el sol.
Empezó a germinar para convertirse en una hermosa planta de la que nacieron numerosos hijitos. ¡Todos con una mancha negra en el centro, en recuerdo de la costura que el sastre le hizo a la mamá judía!
Fíjate bien, amiguito, en las alubias que compra tu madre y observa si tienen la señal de la que hemos hablado.

5 comentarios:

  1. Qué interesante!! Ahora sé porque tienen una mancha negra...No conocía el cuento. Gracias por mostrarlo.
    Bss

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  2. me suena muxo este cuento, pero no creo haber tenido en mismanos nunca el libro O.o

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  3. Qué bonito!
    No conocía el cuento. Tengo que reconocer que me ha dado un poquito de pena... por la suerte que corrieron los tres amigos.
    Muchas gracias por contarnos una de esas historias que nos contaban de pequeños y que nos traen tantos recuerdos ;)

    Un saludo, Giraluna.

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  4. Hi! Me ha hecho ilusión que me posteara la traductora de un libro que tengo en la mesilla jajaja. Realmente me ha parecido encantador, y mira que no es el tipo de libros que suelo leer.

    Me encantará ver la segunda parte ^^ buena traducción.

    Un saludo!

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  5. :) excelente

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